Por Anita Starosta.
Desde hace muchos años, medico apoya los esfuerzos de autogobierno de la población kurda en el norte de Siria, dedicada a establecer una gestión comunal democrática. A principios de 2018, medico recibió un llamado de auxilio de Afrin, una región que hasta entonces se había librado en gran medida de los efectos del conflicto armado sirio. En este cantón, situado en el noroeste de Siria, conviven pacíficamente desde hace siglos una mayoría kurda y numerosas minorías de cristianos, yazidas y alevíes turcos. El 20 de enero, el ejército turco cruzó la frontera. Esta ofensiva representó un reiterado intento de Turquía para impedir por todos los medios el autogobierno en el norte de Siria.
La Media Luna Roja Kurda administraba el único hospital situado en la ciudad de Afrin. medico brindó su apoyo. Ante el avance de las fuerzas armadas turcas, numerosos pobladores de las aldeas del cantón comenzaron a huir hacia la ciudad de Afrin. Por su parte, el equipo paramédico se desplazó en sentido contrario, acudiendo a las aldeas afectadas para brindar ayuda de emergencia, poniendo en riesgo sus vidas. Mientras fue posible hacerlo, atendieron a las víctimas de los bombardeos aéreos, llevando a los heridos de gravedad al hospital de Afrin. El personal médico y auxiliar trabajaba 24 horas al día. Poco a poco, se fueron acabando los suministros hasta que llegó a faltar prácticamente todo: alimentos, agua, medicamentos y material quirúrgico. A principios de marzo, una bomba impactó en el hospital de Afrin, y poco tiempo después el ejército turco invadió la ciudad. Junto con unos 140.000 integrantes de la población civil, los socorristas y colaboradores del gobierno municipal emprendieron la huida en convoy.
La población desplazada fue acogida más al sur, en Sheba, pero no contaba con acceso directo a los demás territorios kurdos autónomos en el norte de Siria. Los refugiados vivían aislados. medico hizo un llamado para recaudar donaciones. A pesar de la difícil situación política en el lugar, poco a poco fue llegando la ayuda a la región. Se establecieron campamentos para albergar a los desplazados. La Media Luna Roja Kurda se hizo cargo de la atención sanitaria. Un año después, 100.000 personas desplazadas todavía dependen de la ayuda externa en Sheba. No han perdido la esperanza de poder regresar algún día a sus aldeas de origen. Sin embargo, Turquía opta por consumar los hechos, reubicando a refugiados sirios de otras regiones del país en las aldeas alrededor de Afrin. A toda marcha, Ankara ha procedido a una reestructuración demográfica, imponiendo así la islamización de la región.
En las demás regiones bajo autogobierno kurdo, la situación también es inestable. A pesar de la amenaza constante de una invasión turca, los kurdos siguen intentando generar una alternativa democrática en este país, devastado por la guerra civil. Este proyecto de autodeterminación necesita con urgencia más paladines que intercedan por él en la escena política mundial. En lugar de ello, la respuesta sigue siendo una reiterada indiferencia. Alemania tuvo incluso una participación directa: ante los ojos del mundo, el ejército turco hizo uso de tanques Leopard durante su ofensiva militar, fabricados y suministrados por Alemania. La campaña bélica de Turquía, un país miembro de la OTAN, es contraria al derecho público internacional, pero aun así se tolera. El Gobierno Federal alemán se ha rehusado también a asumir responsabilidad por los combatientes del Estado Islámico y sus familiares, vencidos y capturados por las fuerzas kurdas. Ni siquiera se ha repatriado a los poseedores de un pasaporte alemán. Así, los países de Occidente no dudan en echar esta pesada carga sobre las espaldas - de por sí frágiles - del proyecto emancipador en el norte de Siria.