Quien trabaja en el contexto palestino, no pocas veces se convierte en una enciclopedia de las cifras. Una, que desde mi perspectiva es imprescindible a la hora de describir la situación, es 19.5. Esta representa la edad promedio de l@s habitantes en los territorios palestinos ocupados; en Alemania, la edad promedio de la población es de 44.5 años, es decir, 25 años mayor que en Palestina. Esto significa también que mucho más de la mitad de la población palestina nació después del año 2000 y no guarda, por tanto, ningún recuerdo personal de la segunda intifada. La población palestina es la segunda más joven a nivel mundial, lo que se vuelve notorio cuando, en una ciudad como Ramallah a ciertas horas del día, l@s niñ@s en uniforme escolar dominan el panorama; así también cuando las ciudades y los pueblos se llenan de jóvenes después de los exámenes secundarios generales, conocidos como Tawjihi.
Individualización neoliberal
¿Qué significan estos desarrollos para la cuestión de la devolución de las tierras, para la cuestión del retorno? ¿Qué representan para los debates sobre resistencia, justicia, así como sobre la formación de un Estado independiente, sobre todo en tiempos en los que la presión de la ocupación israelí y su política de asentamiento va en ascenso? En el pasado, los partidos y movimientos, pero ante todo las autoridades palestinas, se habían encargado de mantener esta agenda viva y presente; sin embargo, desde el fracaso de la segunda intifada, l@s jóvenes palestin@s han dado la espalda a la mayoría de las estructuras establecidas.
Esto tiene muchas causas: por un lado, las consecuencias desastrosas de la ocupación y de la violencia militar son una realidad cotidiana para cada individuo y cada familia. Bajo estas condiciones, la cooperación de la Autoridad Palestina (AP) con las autoridades de Israel es percibida por much@s como una traición. Por otro, la catastrófica política neoliberal de la AP ha debilitado a la sociedad palestina; ha dado pie a la conformación de clases medias y altas, despolitizadas y económicamente dependientes, que invierten en el statu quo. Al mismo tiempo, la desregulación de los bancos ha cimentado una economía del endeudamiento: de repente, los préstamos de dinero se convirtieron en algo sencillo y normal en una sociedad para la que las deudas y los créditos resultaban prácticamente desconocidos. Esto ha conducido a una ampliación del consumo material, pero también a un endeudamiento extenso. Pero sobre todo ha fomentado la individualización de una sociedad hasta ahora caracterizada por una orientación comunitaria y un espíritu colectivo de resistencia, que hoy en día resultan ajenos para much@s jóvenes.
Un distanciamiento similar existe con respecto a los grupos tradicionales de voluntari@s y a los comités populares. Estos últimos son organizaciones comunitarias locales que realizan trabajo educativo y de formación política con jóvenes y que, durante mucho tiempo, conformaron la espina dorsal de una vida comunitaria políticamente activa. En las décadas recientes, sin embargo, estas estructuras no han dejado de oxidarse; aquí también se hace visible el neoliberalismo de la AP. A esto se suma que, en los últimos 15 años, el trabajo de ONGs tanto palestinas como internacionales ha decrecido de manera sostenida. Esto se debe al agotamiento y al cambio de prioridades de l@s donantes, pero también es resultado parcial de largos años de esfuerzos israelíes por criminalizar ciertas ONGs.
La consecuencia de estas dinámicas es la desmovilización política y social de una generación completa de jóvenes palestin@s. Los espacios de libertad, así como las esperanzas de liberación, se vuelven cada vez más pequeños. En el curso de este cambio, se han transformado las ideas con respecto a cómo puede hacerse frente a la política israelí de robo de tierras y colonización; incluso no está claro si es que alguien se opone aún a ella. Por su parte, la administración autónoma ha perdido frente a much@s cualquier tipo de legitimidad, y las instituciones palestinas ya no son vistas como lugares de resistencia y esperanza. Esto se expresa de la manera más clara en la creación de nuevos grupos armados y en la amplia simpatía de la que gozan. Sobre todo en la generación más joven estos grupos son enormemente populares, y no son pocos los hombres jóvenes que se adhieren a grupos como “La Cueva del León”, el “Batallón de Yenín” o la “Brigada Tulkarem”. A pesar de la escasa capacitación, el equipo militar deficiente, así como del hecho de que estos grupos se encuentran en su mayoría bajo el auspicio de Hamas o de la Yihad Islámica Palestina, muchos jóvenes se sienten atraídos por ellos. Un papel para nada despreciable en todo ello lo juegan los ataques diarios en los que no pocas veces pierden la vida amig@s, vecin@s o familiares. En cualquier caso, estos grupos simbolizan una demarcación y un giro con respecto a las instituciones de la propia administración autónoma: casi 7 de cada 10 palestin@s ven con buenos ojos la creación de nuevos grupos militantes, sobre los cuales la AP no podría ejercer ningún tipo de control. A pesar de la inferioridad manifiesta con respecto a Israel y de su fracaso militar previsible, estos grupos no deben ser subestimados como fenómenos pasajeros.
Superar la fragmentación
A pesar de esta paralización, no puede pasarse por alto el hecho de que se han abierto nuevos espacios. Las redes sociales, sobre todo en su significado para los grupos de resistencia, son objeto de una discusión frecuente. Ellas poseen a su vez un alcance mucho mayor: las nuevas posibilidades de la comunicación y el intercambio contribuyen a superar el aislamiento de l@s palestin@s –también de aquellos con pasaporte israelí–, atrapad@s en realidades fragmentadas en Cisjordania, Jerusalén o en la Franja de Gaza. Esto tuvo su manifestación más clara en mayo de 2021, cuando se convocó a una huelga general como reacción a los ataques militares israelíes, así como al intento de expulsión de familias palestinas de Sheikh Yarrah, un barrio en Jerusalén Este, ocupado por Israel. Esta huelga se llevó a la práctica en los distintos territorios.
Desde hace mucho, sobre todo la izquierda palestina defiende la idea de que una solución que no tenga en cuenta a tod@s los palestin@s, incluyendo a aquell@s de la diáspora, está condenada al fracaso. Por mucho tiempo, tanto la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como la AP poseían el monopolio sobre las estrategias políticas; en el curso de su fracaso, los grupos armados con diversos intereses particulares se han colocado en primer plano. En este contexto, resulta aún más importante que activistas y círculos intelectuales presenten alternativas a una población frustrada y exhausta. ¿Pero dónde puede dar comienzo una alternativa tal?
En los últimos años, la vida en las comunidades palestinas se ha transformado de manera considerable; en ello también ha sido importante la conciencia de una generación nueva, más joven. En muchos sentidos, se ha vuelto más palestina. La oferta gastronómica ofrece un ejemplo de novedad: hasta hace diez años, todavía era muy difícil encontrar un restaurante palestino no orientado hacia el turismo en ciudades como Ramallah, Belén o Jerusalén. En diversas ciudades se organizan mercados semanales de manera cada vez más frecuente, en los que se ofrecen productos en su mayoría de origen palestino. En tiempos de endeudamiento por el sueño de una vida burguesa y neoliberal, estas iniciativas de una economía propia (así como de la impartición regular de cursos para la fabricación de productos) son una contribución pequeña pero importante para la construcción de una alternativa. La búsqueda del rastro de un nuevo movimiento palestino no puede pasar de largo a la cultura cotidiana de una joven generación palestina que, a pesar de toda la devastación, representa la expresión de un incansable deseo de vivir en libertad.
Traducción: Benjamín Cortés