En el centro de Israel, en Tel Aviv o en Haifa, a primera vista parece que la normalidad ha regresado. Desde principios de año, el lanzamiento de misiles desde Gaza se ha reducido considerablemente; los negocios, las escuelas y las universidades han vuelto a abrir sus puertas, mientras que los buses y los trenes circulan con regularidad. En las construcciones, se trabaja a todo vapor. Sin embargo, una mirada más atenta demuestra que nada es como era antes: casi en cada esquina hay placas en recuerdo de l@s rehenes de Hamás, retenid@s en Gaza desde el 7 de octubre de 2023; en escaparates y paredes resaltan banderas de Israel y letreros con la consigna “bring them home”; mientras que encontrarse con hombres vestidos de civil cargando un rifle de asalto al hombro se ha vuelto mucho más común que antes. Estandartes o banderines con lemas de resistencia como “unid@s venceremos”, adornan cajas de supermercado, autobuses y puentes carreteros; además, algunas de las zonas de obra se dedican a la construcción de “Mamads”. Estos son refugios antiaéreos, obligatorios desde hace algunos años para las nuevas construcciones y que ahora se están instalando en algunos edificios más antiguos. Un comerciante árabe de productos gourmet en Jaffa, ubicada al sur de Tel Aviv –y uno de los pocos lugares en Israel habitados conjuntamente por árabes y judí@s–, cuenta que, desde octubre, l@s client@s judí@s apenas y se acercan a su tienda, él supone que a causa del miedo. Asimismo un padre relata cómo niñ@s árabes se quedaron paralizad@s de terror cuando un hombre judío, vestido de militar y con fusil al hombro, llegó a recoger a su hija al centro comunitario árabe-judío ubicado unas calles más adelante, después de un evento de gimnasia infantil. Para la gente, todavía está muy vivo el recuerdo de la última guerra en Gaza en mayo de 2021, en la que se dieron graves enfrentamientos violentos en Jaffa y en otras ciudades.
Duelo y represión
Nada ha terminado, nada es normal. En este país, casi todo mundo conoce a alguien que fue víctima de la masacre o de la toma de rehenes del 7 de octubre. Muchas personas tienen soldados activ@s en Gaza en sus familias o conocen gente que tuvo que abandonar sus hogares a causa de la guerra, mientras que algunas otras tienen amig@s y familiares que temen por sus vidas en Gaza o en Cisjordania. Frecuentemente, para activistas de izquierda bien conectad@s y que abogan desde hace años por el fin de la ocupación, todo esto es parte de su vida.
A ello se suma una represión que ha aumentado drásticamente desde el 7 de octubre. Quien se distancie de la propaganda de guerra y sus omnipresentes lemas de resistencia y alce la voz por el fin del bombardeo de Gaza y de la violencia desenfrenada de l@s colon@s en Cisjordania, debe dar por hecho que perderá su empleo y será objeto de amenazas, ataques o encarcelamiento. En particular, esto afecta gravemente a la minoría palestina en Israel. Basta con publicar algo inofensivo en redes sociales o asistir a una manifestación pacífica: para l@s palestin@s, esto puede traducirse en meses de prisión.
“La violencia policial contra l@s palestin@s y la izquierda no es nada nuevo”, explica Ari Remez, del Legal Center for Arab Minority in Israel, con sede en Haifa y al que medico apoya desde hace muchos años. “Sin embargo, tras el 7 de octubre, la restricción de la libertad de expresión ha alcanzado dimensiones sin precedentes”. Según Remez, la brutalidad policiaca actual es facilitada por numerosos proyectos de ley e iniciativas políticas: ya sea la exigencia del Ministro de Seguridad Ben-Gvir para permitir la utilización de munición real contra manifestantes pacífic@s o la ley aprobada en diciembre que criminaliza el “consumo de medios terroristas”, pero también la inclusión de delitos verbales en la situación jurídica que implica el retiro de la nacionalidad como pena frente a acciones terroristas graves. “Cada contextualización, cada expresión de duelo por las víctimas mortales en Gaza y cada distanciamiento frente a la narrativa del gobierno israelí puede ser interpretado como un signo de apoyo a Hamás y convertirse en un crimen. Se reprocha a l@s afectad@s no tener compasión frente a las víctimas judías, como si no fuera posible estar en luto por las víctimas de ambos lados”.
Intimidación, suspensión, encarcelamiento
No sólo la policía se ocupa de restringir a tal grado la libertad de expresión. También en universidades y otras instituciones educativas se insinúa la cercanía de palestin@s y de judí@s de izquierda con Hamás y se abren procesos disciplinarios por los motivos más endebles. Según Remez, durante las últimas semanas, un total de 120 estudiantes de 34 universidades y colegios israelíes se han dirigido por esta razón a Adalah. Esto también afectaría a docentes. “Por ejemplo, quien en días posteriores al 7 de octubre publicara la foto de un pastel de cumpleaños, citara el Corán o difundiera declaraciones similares a las dichas el Secretario General de la ONU Guterres, corría peligro de ser acusado de difamación. Las consecuencias de ello fueron intentos de intimidación, suspensiones y encarcelamientos”.
Omri Metzer, del Human Rights Defenders Fund (HRDF) –una organización israelí contraparte de medico, que el año pasado fue distinguida con el Premio de la Paz de Aquisgrán–, explica: “Desde el comienzo de la guerra hay una política de tolerancia cero casi absoluta en contra de todas las voces críticas del gobierno y de la reacción militar frente a la despiadada masacre de Hamás el 7 de octubre”. Así como Adalah, también el HRDF procede en numerosos casos contra de la intimidación de personas con una opinión política distinta que, en su mayoría, resultan ser palestin@s. Según Metzer, las actividades en las redes sociales serían frecuentemente el detonante; sin embargo, desde el 7 de octubre también habrían sido prohibidas numerosas manifestaciones o disueltas mediante la intervención violenta de la policía. En este contexto es común que se realicen detenciones, de las que no se salvan los menores de edad ni l@s periodistas. Así ocurrió por ejemplo durante la manifestación pacífica de cerca de 200 personas en contra de la guerra, llevada a cabo el 19 de octubre de 2023 en Umm al-Fahm, una ciudad árabe en el norte de Israel. La mayoría de l@s detenid@s fueron puest@s en libertad a los pocos días. No obstante, los organizadores de la manifestación, Ahmad Khalifa y Muhammad Jabarin, se encuentran presos desde hace más de tres meses y temen ser procesados por apoyo del terrorismo.
Desastrosas condiciones de encierro
“Actualmente, en Israel hay más personas en detención administrativa que nunca”, reporta Sahar Francis, de la organización palestina Prisoners Support and Human Rights Association Addameer, en Ramallah. En la mayoría de casos de detención administrativa, las actas del proceso se encuentran sujetas a confidencialidad y l@s detenid@s no saben de qué se les acusa ni cuánto tiempo durará su cautiverio. En Israel son ante todo palestin@s quienes padecen esta situación. Desde hace mucho tiempo, Addameer visibiliza las desastrosas condiciones en que se encuentran l@s pres@s palestin@s en prisiones israelíes; el 23 de enero de este año, la organización presentó un reporte titulado “Escalating Oppression”, en el que se documenta cómo han empeorado desde octubre las ya de por sí desastrosas condiciones de encierro para palestin@s. El suministro de agua limpia, comida y vestido es con frecuencia insuficiente: las personas se ven obligadas a dormir en el suelo de horribles celdas atestadas y son privadas de atención médica vital. Además, las visitas familiares no estarían permitidas y l@s abogad@s tendrían que solicitar una cita con semanas de anticipación para poder visitar a sus clientes.
Y no sólo eso: en el reporte de Addameer se lee que “desde el 7 de octubre, las prisiones se han convertido en el escenario de una crueldad agravada. Ahora no sólo sirven para oprimir, sino también para torturar a l@s prisioner@s palestin@s, sobre l@s que se ejerce venganza utilizando distintos medios”. “Se les obliga a cantar canciones en hebreo, a besar la bandera de Israel y a comportarse como perros”, explica Francis. Algun@s serían obligad@s a pasar 24 horas en jaulas con las manos esposadas. Desde el 7 de octubre se conoce el caso de siete presos que perdieron la vida como resultado de la utilización de la violencia y la negación de la asistencia médica. “Aunado a ello”, relata Francis, “la violencia sexual en contra de palestin@s pres@s –tanto hombres como mujeres– se ha incrementado considerablemente”. La situación sería especialmente grave para l@s pres@s de Gaza, sobre quienes poca información llega al exterior.
Aumento de la violencia en Cisjordania
La organización palestina de derechos humanos Al-Haq con sede en Ramallah –y con la que medico colabora desde hace muchos años– reporta que, tanto en la Cisjordania ocupada como en Jerusalén Este, la violencia de l@s colon@s y de las fuerzas israelíes de ocupación en contra de palestin@s y beduin@s ha alcanzado un nuevo punto más álgido tras el 7 de octubre. Asesinatos e intentos de asesinato, así como desplazamientos forzados y la destrucción de propiedad, están a la orden del día. “Entre el 7 de octubre de 2023 y el 20 de enero de 2024 fueron asesinados 363 palestin@s –entre ell@s 94 niñ@s– por las tropas de ocupación israelíes así como por l@s colon@s en Cisjordania ocupada, incluyendo Jerusalén Este”, reporta Shahd Qaddoura, de Al-Haq, añadiendo que cada vez son más frecuentes los casos de violencia sexual. A los 480 puntos fijos de revisión instalados por el ejército israelí en Cisjordania se han sumado desde octubre 350 puntos de revisión “aleatorios”, que son instalados en avenidas principales, en los accesos a los pueblos palestinos o en medio de la nada. Estos no sólo coartan aún más la libertad de movimiento de l@s palestin@s, sino que aumentan también los riesgos para su integridad. “En los puntos de revisión, por lo regular se inspeccionan los teléfonos celulares. Muchas veces basta con tener instalada la aplicación Telegram para ser víctima de golpizas y humillaciones”, explica Qaddoura.
Un futuro incierto
La política del silenciamiento muestra su eficacia. En vista de los acontecimientos durante y después del 7 de octubre, mucha gente de izquierda primero quedó paralizada y decidió replegarse en consecuencia. Hoy en día, son poc@s los que se atreven a salir a las calles debido a la represión. “Entretanto evito hablar árabe en el autobús o en otros lugares públicos”, cuenta una activista palestina de Haifa. “Por el momento, definitivamente no asisto a ninguna manifestación pues, como palestina, el peligro de acabar en una prisión es muy grande”. Por su parte, una activista judía de Tel Aviv relata: “Todo esto es algo muy personal también. Llevamos muchos años trabajando en conjunto por los mismos objetivos, pero desde el 7 de octubre much@s han reajustado sus valores, y las descalificaciones personales y decepciones no son la excepción”.
Al tiempo que la guerra y la represión avanzan, nadie sabe a dónde llevará todo esto. Puede que el aumento de las cifras de asistencia a las manifestaciones semanales contra el gobierno sean un resplandor de esperanza. Sin embargo, esto no debe hacernos olvidar que en estas manifestaciones faltan much@s, debido a que son víctimas de la intimidación o del encarcelamiento.
Traducción: Benjamín Cortés
Desde hace algunos meses, Ramona Lenz, vocera de la Fundación medico, viaja frecuentemente y por largas temporadas a Tel Aviv. Ella estuvo ahí el 7 de octubre, así como al momento de escribir este reportaje.