En Siria, la rebelión por la libertad de 2012 se ha transformado en una guerra sangrienta de resultado incierto entre el régimen y las fuerzas opositoras heterogéneas. Esta evolución ha sido materia de intensivo análisis para medico durante todo el año: ¿Qué significa la solidaridad frente a una situación contradictoria y embrollada como la de Siria? Por Martin Glasenapp.
En diciembre de 2012, las esperanzas de muchos observadores – que habían surgido un año atrás con el inicio de la rebelión en Siria – dieron lugar a un sentimiento de impotencia paralizante. En Siria no hubo un lugar central como la plaza Tahrir de El Cairo ni manifestaciones multitudinarias que forzaran al autócrata a abdicar. En vez de ello, el régimen contraatacó, por lo general en los barrios periféricos donde se hallaban los rebeldes. Cuando ya cada manifestación se convertía en un funeral y cada funeral en una manifestación, se formaron las primeras milicias vecinales, usualmente creadas por desertores. Más adelante, se fundó el llamado “Ejército Libre de Siria”, más bien una coalición dispersa de grupos armados que un verdadero ejército. Los atentados con bombas conmocionaron a Damasco, mientras que el gobierno lanzaba ataques aéreos contra los barrios periféricos. Informes sobre masacres empezaron a llegar a la opinión pública. A ello se agregó una incipiente confesionalización a través de grupos religiosos radicales, mientras que yihadistas extranjeros abrían un nuevo frente en la guerra civil. A ello se iban agregando los crecientes sufrimientos de la población civil, las injerencias reales y amenazas desde fuera… esta maraña fue dando lugar a actitudes de tipo fatalista, como desentenderse del asunto e incluso suponer un renacimiento de la “lucha de culturas”.
Ante este trasfondo, medico se unió a la iniciativa de la sociedad civil “Adopt a Revolution” para publicar el 10 de diciembre – día de los derechos humanos – un llamado a la solidaridad a favor del movimiento democrático sirio, al que se unieron prominentes 60 firmantes iniciales de la política, las ciencias, el arte y la cultura: “Sobre Siria se cierne la amenaza de la destrucción de la comunidad debido a un régimen basado en la violencia que desea aplazar su caída por un tiempo imprevisible, y debido a una fuerza militar contraria que no logra la victoria. Pero la tragedia siria reside también en que el futuro del país ha dejado ya hace mucho de estar sólo en manos de sus ciudadanas y ciudadanos. Cada compra de equipamiento militar por parte de los países aledaños alberga el peligro de una regionalización de la guerra. Y toda otra modalidad de intervención militar abierta va a marginar a las fuerzas políticas y seguir dividiendo a la oposición siria. Sin embargo, la espera y la inacción amenazan con llevar a resultados igualmente desastrosos.” A lo largo de todas las amargas contradicciones del conflicto sirio, medico ha postulado siempre la necesidad de buscar una tercera opción. Esto se hace más factible cuanto mejor se logre comprender y mantener en mente los entretelones de la rebelión y sus dinámicas, así como las motivaciones de las fuerzas que – a pesar de todo – se aferran a la perspectiva civil.
El carácter social de la rebelión
La rebelión siria contra el régimen del presidente Bashar al-Assad surgió en una sociedad en la que la riqueza nunca antes había estado tan desigualmente distribuida. El 50 por ciento de la riqueza se concentraba en sólo un cinco por ciento de la población, mientras que un 20 por ciento vivía por debajo del umbral de la pobreza y el desempleo afectaba al 30 por ciento de los habitantes y al 58 por ciento de los menores de 24 años. Una generación muy joven había crecido sin ningunas perspectivas económicas. Todo esto se dio a consecuencia de las políticas que introdujo Assad desde que asumió el cargo en 2001, comenzando por la liberalización de la economía estatal. Se dejó de lado a las regiones rurales, se desmontó el sector público y se atentó contra las estructuras privadas de abastecimiento, mientras que el recién creado sector empresarial privado era controlado por una élite rapaz seguidora de los principios de la “nueva economía”. Y sin embargo, el partido Baath –que subió al poder en el año 1963 y lo mantiene desde entonces – llevó a cabo una reforma agraria de gran alcance. Se confiscaron muchos latifundios, y los arrendatarios, campesinos sin tierra y peones agrícolas pudieron comprar las tierras a bajo precio. Por lo tanto, es parte de la ironía de la rebelión siria que entre los más acérrimos enemigos del régimen se hallen descendientes de aquellos campesinos que hace 50 años fueron liberados de una condición laboral cercana a la esclavitud con promesas de un desarrollo moderno. En tal sentido, no fue casualidad que el movimiento de protesta se iniciara en 2011 en la periferia urbana, mejor dicho, en los barrios suburbanos en los que cientos de miles de ex campesinos se habían asentado en el pasado. Si bien es cierto que la guerra civil amenaza con superponer las barreras confesionales al carácter social de la revuelta, no hay que olvidar que esta última sigue siendo un movimiento de los pobres contra los privilegiados. Recientemente, un comerciante de Alepo declaró ante la BBC que no se puede ignorar el “componente de clase” de la rebelión siria: “Para los rebeldes existe una correlación del 100 por ciento entre el régimen y los ricos. Si tienes dinero es porque formas parte de la élite en el poder.”
La sociedad siria ha vivido varias décadas en el permanente estado de excepción de un régimen formalmente laico, una república del temor, donde la conformidad de los gobernados sólo lograba garantizarse gracias a un aparato omnipresente de vigilancia y control. Y aquí tenemos la causa de la segunda verdad “sangrienta” de la tragedia siria: un país con una Constitución decididamente no-confesional, que ha empezado a destruirse a sí mismo debido a un conflicto crecientemente religioso, cuando en realidad la Constitución fue concebida precisamente para evitarlo. En Siria parecería quedar demostrado que en la gran batalla ideológica entre una mentalidad árabe-nacionalista, progresista y moderna, y el proyecto político-religioso de la Hermandad Musulmana, este último saldrá ganando. Desde que se iniciaron las protestas, la policía secreta y el ejército cerraron y controlaron todas las plazas, disparando sus armas contra manifestantes desarmados. Luego, el servicio secreto empezó a secuestrar a manifestantes heridos en los hospitales. Ante esta situación, las personas comenzaron a crear nuevos espacios públicos en las mezquitas (y también en algunas iglesias), donde a las oraciones de los viernes acudían no sólo musulmanes sino también cristianos y alauíes, con el fin de protestar contra el despotismo reinante. Así, cuando los jóvenes rebeldes sirios en Homs, Hama o Idlib claman “no nos arrodillamos ante nadie sino Dios”, este credo denota una ofensiva dirigida no sólo a rechazar manifiestamente al régimen formalmente laico y al culto familiar cuasi-religioso en torno al presidente. Más bien, la religión se convierte en un apoyo directo a la rebelión y otorga a esta insurrección masiva la fuerza necesaria para hacer frente al sistema represivo. ¿No resulta entonces por lo menos explicable que en esta situación, donde todo lo existente sólo favorece a los atropellos del Estado, se opte por un retorno a las tradiciones e instituciones religiosas, y con ello también a tendencias retrógradas y excluyentes?
Opciones más allá de la militarización
Desde un inicio, medico se solidarizó con las protestas e intentó establecer una cooperación con los valientes activistas, hombres y mujeres, que protestaban a favor de la libertad, la democracia y la dignidad. Conscientes de lo que estábamos haciendo, nos dedicamos a buscar maneras prácticas de apoyar los derechos civiles fundamentales y poner de manifiesto la idea de la igualdad de derechos en la sociedad dentro del contexto reinante en Siria. De hecho, la idea universal de la ilustración implica también solidarizarse con las revueltas democráticas, aun cuando estos movimientos no respondan sólo a un consenso laico o una “izquierda” clásica. De hecho, las personas no sólo demandan un mejor futuro y una vida buena, sino también se rebelan contra el monstruoso engendro de un desarrollo sujeto a una modernidad autoritaria. Éste fue el caso en Túnez, Egipto y Yemen, y es especialmente cierto para Siria. Si bien en los últimos años el mundo árabe ha entrado irrevocablemente al siglo XXI, existen signos de restauración y de una posible guerra regional. Sobre todo los monarcas feudales de los Estados del Golfo intentan instrumentalizar a la oposición siria contra el régimen “impío” en Damasco. Aquéllos que abogan por una Siria libre y socialmente justa seguirán contando con el apoyo de medico, para contrarrestar las acciones que amenazan con extinguir el espíritu democrático de toda una generación joven. Nuestro respaldo solidario está dirigido a todos los/las activistas que apoyan las iniciativas locales y las estructuras de ayuda médica, y que todavía luchan sin armas por una sociedad democrática en Siria. A pesar de la escalada en la guerra civil, siguen buscando una tercera opción de acción, más allá del simple sometimiento al poder reinante y del terror confesional que se viene expandiendo, más allá de la militarización tanto interna como externa. Aun cuando nuestras posibilidades son limitadas, tratamos de actuar en forma responsable. ¿Existen perspectivas de éxito? En “Rumbo a peor” (“Worstward Ho!”), Samuel Beckett ya nos ha dado la respuesta: “Volver a intentar. Volver al fracasar. Fracasar mejor.”
Para las medidas de emergencia en Siria y refugiados sirios en Líbano, medico destinó en 2012 un total de 153.484 € (incluyendo el apoyo del Ministerio Federal de Relaciones Exteriores (AA) y del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo (BMZ) de Alemania).