Quien huyendo de la guerra, la pobreza o la falta de perspectivas ha logrado arribar a Europa y tramitar una solicitud de asilo, tiene esperanzas de una vida tranquila y segura, así como en la posibilidad de permanecer en el continente. Sin embargo, es cada vez más común que las autoridades hagan a l@s recién llegad@s la dudosa oferta de regresar “voluntariamente” a sus países. Algunas veces esto ocurre después de que la solicitud de asilo ha sido rechazada, pero también frecuentemente cuando el proceso todavía está en curso e incluso antes. El anzuelo: quien acepta la oferta, recibe dinero y apoyos para un nuevo comienzo en su país de origen; la amenaza oculta: quien la rechaza, quizás un día de estos sea enviado de regreso por la fuerza.
Los programas para el fomento del retorno voluntario y la reintegración no son algo nuevo. Sin embargo, desde hace algunos años desempeñan un papel cada vez más importante en la política europea de migración y asilo. En este contexto, también el Gobierno Federal de Alemania no sólo apuesta por la aplicación de medidas restrictivas para refugiad@s y migrantes, sino que también invierte en el fortalecimiento de iniciativas de retorno voluntario. El objetivo: que el mayor número posible de migrantes se vaya, del modo más rápido, barato y eficiente posible… Y de una manera aceptable frente a la opinión pública.
Y es que las deportaciones no pueden llevarse a cabo en el número deseado y son de vez en cuando motivo de crítica en la opinión pública; por ello, el retorno voluntario ofrece un rostro más humano, especialmente si se vincula de manera firme con políticas de desarrollo: el retorno debe resultar en una reintegración exitosa, en un nuevo comienzo en casa. “Retorno seguro y digno”, esa es la promesa.
El proyecto de investigación Rückkehr-Watch observa lo que hay detrás de esta atractiva retórica mediante un análisis crítico del retorno y la reintegración, reuniendo para ello el conocimiento de especialistas de Alemania, así como de países de origen y retorno; asimismo dando voz a las personas de quienes trata el proyecto: aquellas que han emprendido el regreso. Sus historias ilustran lo que los textos de fondo abordan de manera general: casi nunca se trata de un retorno “voluntario” en el sentido de una elección libre entre varias alternativas. Las personas emprenden el regreso por desesperación, a la luz de falsas promesas o bajo una presión enorme, ya que las condiciones restrictivas del sistema de asilo ocasionan desmoralización y cansancio, mientras que estos programas de retorno alimentan la esperanza de que, al final, el regreso resultará en algo positivo.
No obstante, en los hechos (esto también se pone de manifiesto) sólo una pequeñísima parte de los casos culminan con una reintegración exitosa. Al final de un largo camino, las personas que volvieron se encuentran frecuentemente en peores condiciones que antes. La política del retorno voluntario no contradice esta situación, ya que al fin y al cabo cada un@ de l@s “enviad@s a casa” aumenta el número de repatriaciones. Rückkehr-Watch documenta cómo la política de desarrollo se pone de manera creciente al servicio de la contención migratoria; al mismo tiempo, por medio de su página web vincula la crítica y las resistencias a estos programas, pues el deseo y el derecho a una vida segura y digna no puede ser expulsado.
Y ahora, ¿qué hacer?
También las personas en busca de protección, y precisamente ellas, tienen “derecho a tener derechos”. Entre ellos está el derecho a un proceso de solicitud de asilo apegado a la ley, así como a un examen individual de cada caso. Estos programas coartan este derecho cuando instan o inducen a las personas a prescindir del ejercicio del mismo, ya sea antes o en el curso del proceso. Esto es válido también para procesos concluidos: si las deportaciones no se llevan a cabo, esto tiene razones de peso, por ejemplo la situación inestable en el país destino o la situación particular de la persona. En estos casos también hay un derecho vigente a la protección, que estos programas pasan por alto cuando persuaden a las personas a abandonar el país, “a pesar de todo”. En el centro del sistema de asilo se encuentra, al menos idealmente, el derecho a la protección; en el centro de los programas de retorno, sin embargo, existen disposiciones de política interior, orientadas a un alto número de repatriaciones con el menor número de procesos o, de ser el caso, resueltos en el menor tiempo posible.
Muchos aspectos de estos programas de retorno podrían mejorarse: las autoridades podrían brindar información más detallada y los centros de información dar una asesoría más abierta; el diseño de planes de negocio podría ser más adecuado a las necesidades y los apoyos otorgados en los lugares de retorno tener una mayor duración, entre otros. Sin embargo, ni siquiera todo esto conduciría a que las personas afectadas estén en libertad de elegir, pues el fomento al retorno ocurre en un contexto político, jurídico y administrativo en el que el derecho a la protección, así como todos los intentos por hacer válidos los derechos, son socavados sistemáticamente. Desde una interpretación cada vez más estrecha de las causas justificadas de protección, pasando por la prohibición para trabajar, hasta la imposición de vivir durante años en albergues masivos en estado de aislamiento social: bajo esas condiciones, una oferta se convierte en un mecanismo de presión. De igual forma: el fomento del retorno voluntario no es un modelo opuesto al sistema restrictivo de la contención migratoria, sino que forma parte de él y debe ser criticado como tal.
Mientras el primer plano esté ocupado por motivos de política interior y no por los derechos y los justificados intereses de l@s afectad@s, la crítica no debe limitarse a estructuras y prácticas de apoyo. Un sistema enfocado en el aislamiento y la repatriación no puede ser la base para la toma libre de decisiones; lo que se requiere son muchos más caminos legales y seguros hacia Europa y perspectivas de permanencia. Hablar de las causas de la huida y su solución no puede seguir siendo equivalente a localizar la totalidad de problemas del mundo globalizado en lugares lejanos y mantener a las personas a distancia mediante medidas como la promoción del retorno. Más bien, se trata de no perder de vista la responsabilidad de Europa en la creación de las causas de huida y comenzar a actuar aquí. Por el derecho de quedarse, también por el derecho de partir.
La tarea de la cooperación para el desarrollo es, precisamente, “desarrollar” mejores condiciones de vida de manera conjunta. En el centro de la misma se encuentran, tanto aquí como allá, procesos de carácter político, social, cultural y económico. Una cooperación para el desarrollo exitosa puede aportar a que las personas no se vean forzadas a emigrar y a huir; en cambio, se hace un mal uso de ella cuando esta contribuye a que las migraciones fracasen y sean revertidas. Ella sirve a fines ajenos cuando utiliza sus recursos para inducir a las personas a abandonar Alemania y Europa; es instrumentalizada, cuando la facilitación de sus recursos depende de la disposición a la cooperación de países receptores en el bloqueo de rutas migratorias o en la devolución de migrantes. La cooperación para el desarrollo no debe convertirse en una política de protección fronteriza, ni en una herramienta para la consecución de intereses de política interior.
¡No a la cooperación para el desarrollo como parte de una política fronteriza restrictiva!
* Nombres cambiados por los editores.
Traducción: Benjamín Cortés
Rückkehr-Watch reúne semblanzas de afectad@s, así como artículos periodísticos de fondo y posiciones políticas. Mediante cortometrajes, ilustran el programa y sus consecuencias para l@s que emprenden el regreso; a su vez, especialistas discuten la tendencia al fomento del retorno voluntario y explican cómo están estructurados los programas y cómo se aplican en los países centrales.