“Ningún niñ@ debería mirar al cielo y preguntarse si lo que está a punto de caerle encima es un paquete de comida o una bomba”, leo sobre la desesperante situación en la red social X. No sólo para l@s niñ@s, quienes entretanto se han acostumbrado a ver bombas caer desde el cielo, la ayuda aérea resulta algo poco habitual. En el contexto de ayuda humanitaria, los puentes aéreos son considerados a su vez como un último recurso, al que se apela únicamente cuando no existen rutas terrestres o marítimas a través de las cuales la ayuda pueda transportarse de manera coordinada. Por ejemplo, cuando un territorio queda completamente aislado debido a una catástrofe natural o a un estado de sitio.
Algo distinto ocurre en una situación de ocupación, en la que, según el derecho internacional, la potencia ocupante es responsable del abastecimiento a la población de los territorios ocupados por ella. En Gaza, sin embargo, las estructuras que podrían (y deberían) proporcionar ayuda humanitaria son destruidas, objeto de ataques o del recorte de su financiamiento. Los ya de por sí escasos envíos de ayuda hacia la Franja de Gaza han colapsado durante las últimas semanas. A pesar de que la Corte Internacional de Justicia giró una instrucción jurídicamente vinculante, según la cual Israel debería permitir íntegramente el suministro de ayuda humanitaria, el tránsito de los convoyes de ayuda se ha visto enormemente obstaculizado en las semanas pasadas.
En comparación con el abastecimiento a través de rutas terrestres, la ayuda aérea resulta costosa e ineficiente. Es un espectáculo hollywoodense que va acompañado de una demostración de fuerza, como lo evidencia el rey de Jordania, Abdalá II bin Al Hussein, ataviado con un traje de la fuerza aérea y mirando seriamente a la cámara. Al mismo tiempo es también un espectáculo que traza una analogía con la Segunda Guerra Mundial. Puede ser que la ayuda aérea tenga una connotación positiva en Europa gracias a la ayuda brindada a través del puente aéreo de Berlín a comienzos de la Guerra Fría, pero también es posible que sólo se haya reprimido el recuerdo de su existencia real. No obstante, la historia reciente en otras partes del mundo aún tiene presente las palabras de George W. Bush en el año 2001: “Cuando lanzamos ataques contra objetivos militares, también lanzamos alimentos, medicinas y provisiones para hombres, mujeres y niñ@s hambrient@s y enferm@s en Afganistán. Así, estas personas pueden ver la bondad de Estados Unidos y de sus aliados”. Ya en aquel entonces se criticaban los puentes aéreos como método de las organizaciones de ayuda humanitaria, pues esta requiere de un equipo a ras de suelo que coordine los bienes arrojados desde las alturas; la superficie de carga suele no ser lo suficientemente grande y es difícil prever y calcular dónde van a caer los bienes, como demuestran los videos desde Gaza en los que se observan paquetes de ayuda aterrizados en el mar. Ni siquiera las tecnologías modernas ofrecen soluciones efectivas para este problema, tal y como puede verse en el caso de Dier ez-Zor, en Siria: a pesar de que hubo “lluvia” de paquetes con alimentos en 44 ocasiones, únicamente 100 mil personas fueron abastecidas mínimamente con ellos y, además, sólo de manera puntual y en situaciones de urgencia extrema.
Un sufrimiento aceptado
El Programa Mundial de Alimentos anunció hace poco que había suspendido el envío de ayuda al norte de la Franja de Gaza, a pesar de que es ahí donde la emergencia humanitaria es más grave, como resultado del colapso del orden público y de la ausencia de un “sistema de desconflicto” operante, es decir, de un sistema que garantice la protección de las medidas humanitarias así como la de l@s procurador@s de ayuda.
Según la UNICEF, ya están muriendo l@s primer@s niñ@s a causa de la desnutrición. En un informe reciente, publicado por la London School of Hygiene and Tropical Medicine, el Health in Humanitarian Crises Center y por el Johns Hopkins Center for Humanitarian Health, se señala que, incluso en el caso más favorable de un cese al fuego inmediato y duradero en los próximos seis meses, más de 6,500 personas morirán en la Franja de Gaza debido a que la situación alimentaria, las viviendas, las instalaciones sanitarias y la atención médica en el enclave se encuentran en condiciones desastrosas. Sin embargo, si la guerra continúa, se pronostica que en este mismo periodo morirán entre 58,200 y 74,000 personas.
A principios de marzo, Estados Unidos y Jordania comenzaron el suministro de la Franja de Gaza a través de un puente aéreo, mientras que Israel otorgó su autorización para que estos vuelos atravesaran su espacio aéreo. ¿Por qué Israel no simplemente permite que la ayuda humanitaria llegue por vía terrestre o marítima, considerando que son estas vías las que permitirían el abastecimiento de más y mejores productos, así como mantener y salvar vidas con una mejor planificación? Los tráileres se encuentran llenos y listos para partir. Sin embargo, aquí no se trata de evaluar cuál es método más efectivo o acorde a la dignidad humana; lo que impide la ayuda humanitaria es un bloqueo activo y la (falta de) voluntad política.
El 22 de febrero –una semana entera antes de la apertura del puente aéreo– Christopher Lockyear, presidente de la organización Médicos Sin Fronteras, pronunció un discurso frente al Consejo de Seguridad de la ONU: “Señora Presidenta, la respuesta humanitaria actual en Gaza es una ilusión, una ilusión cómoda que perpetúa la idea de que esta guerra se está librando en acuerdo con el derecho internacional. Las peticiones de más ayuda humanitaria han resonado en esta Cámara, sin embargo, en Gaza cada día tenemos menos: menos espacio, menos medicamentos, menos alimentos, menos agua, menos seguridad. Ya no hablamos de un aumento de la ayuda humanitaria, sino de cómo podemos sobrevivir incluso sin lo mínimo. En Gaza, hoy en día los esfuerzos para proporcionar asistencia son arbitrarios, oportunistas y totalmente insuficientes”.
Deshumanización lucrativa
Las personas se encuentran al límite de sus capacidades y es natural que corran hacia cualquier señal de ayuda. Al final, fueron balas y no harina lo que la gente encontró en su camino. El simple hecho de que tengan que correr para alcanzar comida rompe con todos los principios básicos arraigados en el derecho internacional humanitario. Además del derecho internacional, el concepto de no maleficiencia es uno de los principios más importantes de la ayuda humanitaria; en pocas palabras, este concepto significa que la ayuda no debe provocar ningún daño.
Resulta casi cínico escribir sobre dicho concepto en vista de la situación actual en Gaza. Pero el resultado del puente aéreo y de otros supuestos esfuerzos no coordinados de ayuda es una mayor deshumanización de la población en Gaza: la imágen hollywoodense de una masa de hambrient@s e incivilizad@s de piel morena. La “nuda vida”, como quizás la describiría el filósofo italiano Giorgio Agamben. Esta “nuda vida” carente de derechos por estar situada fuera de cualquier marco legal permanecería desprotegida y, en una situación excepcional como esta, representaría una mera existencia sacrificable y objeto de torturas bajo la mirada del soberano. Por ello, no sorprende que en las redes sociales se relacione la película de “Juegos del Hambre” con la realidad en Gaza.
Sigue siendo cuestionable el hecho de que una política exterior feminista, que aboga por una ayuda humanitaria feminista, no formule una crítica al respecto, ya que a fin de cuentas son las mujeres y las niñas en Gaza las que padecen de manera más drástica la ayuda descoordinada así como las consecuencias de la guerra. ¿Dónde hallamos aquí una ayuda humanitaria con perspectiva de género? De una crítica feminista mejor ni hablamos.
Para Estados Unidos y Jordania el puente aéreo ofrece una posibilidad espectacular para unirse al “club de los buenos” y al mismo tiempo representa una estrategia estadounidense para desprenderse de la carga que implica continuar ejerciendo presión política sobre Israel para permitir el paso de la ayuda humanitaria en la medida en que se requiere. En materia de política interior, un acto espectacular como este podría ser de gran ayuda para el presidente estadounidense Joe Biden de cara a las elecciones, mientras que el rey de Jordania utiliza las mismas imágenes para intentar restablecer su capital político y social perdido frente a l@s casi tres millones de palestin@s que residen en Jordania.
¿Y qué pasa si los bienes acaban en las manos equivocadas a consecuencia de la falta de control en los lanzamientos de ayuda? ¿Qué pasa si sólo sirven a l@s más rápid@s y fuertes y no a quienes más los necesitan? La autojustificación ya está incluida en el acto: “Nosotros únicamente lanzamos los paquetes”. Quizás alguien, lanzando una mirada decidida, murmure a continuación las palabras de George W. Bush: Nosotros queríamos que “estas personas vieran la bondad de Estados Unidos y de sus aliados”.
Traducción: Benjamín Cortés