Rojava

Nada provisional

23/06/22   Tiempo de lectura: 13 min

Durante diez años, el proyecto de Rojava ha sido atacado, defendido y desarrollado. Un cuaderno de viaje.

Por Anita Starosta

La primera sorpresa nos espera apenas llegamos al cruce fronterizo Fishkhabour-Semalka, del lado kurdo-iraquí. Por este punto habíamos cruzado la frontera de manera aventurada varias veces en el pasado; actualmente, una nueva estación fronteriza está en construcción. Podemos observar cómo pavimentan el estacionamiento. Anteriormente la revisión se llevaba a cabo en un cuarto pequeñísimo, ahora existen varias ventanillas para realizar los trámites. Recibimos una nota, un número, pasamos a la revisión de nuestro equipaje para posteriormente cruzar el Tigris a bordo de un minibus, sobre un puente flotante. Del otro lado la cosa es similar: antes había té y charlas agradables, pero esta vez nuestros bolsos son revisados profesionalmente con lámpara en mano y se nos atiende de manera ordenada. La burocracia se ha adueñado del lugar. Nos damos cuenta, no sin algo de melancolía, de que Rojava no es ya un lugar provisional.

Muchos cambios han ocurrido desde los comienzos, hace diez años. El 19 de julio de 2012, las tropas del régimen de Assad se retiraron de la región Kobanê, cerca de la frontera con Turquía. Fuerzas kurdas ocuparon la administración de la ciudad, poniendo en marcha así la toma de otras partes de la región. Surgió una administración de transición, que mantuvo en pie el abastecimiento de la población durante los tumultos de la guerra civil. Junto con las unidades militares del YPG/YPJ (a partir del 2015 Alianza Militar SDF, “Fuerzas Armadas de la Administración Autónoma”), esta estructura administrativa se convirtió en un actor central en la lucha contra la cada vez más poderosa organización terrorista Estado Islámico (IS). La violencia arreció cuando esta organización perpetró un genocidio en contra de la comunidad yazidí en Shengal en el año 2014. Poco después, las Unidades de Protección Popular sirio-kurdas defendieron con éxito Kobanê y posteriormente, en 2017, conquistaron Al Raqa, una de las bases más importantes del IS. Así, con la Coalición Internacional contra el IS se consiguió hacer retroceder a la milicia terrorista y, con ello, repentinamente más de un tercio de Siria se encontró bajo el control de la Administración Autónoma, compuesta en una proporción significativa por territorios árabes.

Todo esto estuvo acompañado y apoyado por el intento de construir una comunidad independiente y democrática. Con la participación de todas las minorías étnicas y religiosas –y no sin una crítica permanente por parte de los más diversos grupos políticos de la región– se redactó un “pacto social” y se proclamó la Administración Autónoma del Norte de Siria. Con ella se crearon estructuras administrativas con la finalidad de orientar todos los ámbitos de la sociedad según las ideas del confederalismo democrático. Principios rectores del mismo son la participación democrática, los derechos de las minorías y la equidad de género. Este espíritu emancipatorio característico de toda la región es lo que otorga su relevancia a este proyecto, al cual medico ha brindado su apoyo desde el inicio.

La memoria de la lucha en contra del IS sigue viva. Fotografías de combatientes kurd@s caíd@s cuelgan en faroles en las calles y en las fachadas de las casas; en total, más de 10 mil perdieron la vida. La mayoría de l@s habitantes tienen historias aterradoras para contar: hermanas que cayeron en combate; niños que pisaron una mina; amig@s que fueron capturad@s y nunca se les volvió a ver. Los traumas siguen presentes, y con ellos los temores, ya que el peligro no se ha alejado. Desde la toma del último califato Baguz, 12 mil militantes del IS se encuentran presos en cárceles de la región, de los cuales un mínimo de 2 mil provienen de otros países. A su vez, miles de sus simpatizantes viven en campos de refugiad@s. En vista de la falta de perspectivas, la preocupación ante subsiguientes radicalizaciones e intentos de organización es grande. La situación es explosiva.

El IS está ahí: todavía, otra vez

A pesar de ello, todas las personas con las que hablamos se mantienen firmes en la esperanza de poder desprender de la ideología del IS a las personas en los campamentos. No obstante, los medios limitados de los que disponen en el lugar no les permiten hacer mucho. En este sentido, las soluciones y apoyo internacionales serían de gran importancia. La Administración Autónoma ha hecho numerosas propuestas y ofertas de gran alcance para establecer cooperaciones: desde la repatriación de l@s militantes extranjer@s del IS, pasando por un tribunal común, hasta el trabajo en conjunto para la rehabilitación de las mujeres y menores de edad del IS. Sin embargo, estas no han sido escuchadas casi en ningún lugar.

La amenaza que el IS continúa ejerciendo se torna evidente durante nuestra visita a la prisión de Ghwayran en Hasaka. En un edificio escolar reacondicionado se encuentran cautiv@s alrededor de 5 mil combatientes del IS bajo supervisión kurda. Soci@s de medico que realizan trabajo pedagógico con casi 800 menores de edad entre l@s reclus@s nos muestran las instalaciones, donde a inicios de año tuvo lugar una sublevación coordinada: mientras desde afuera un grupo fuertemente armado de combatientes del IS atacaba, l@s pres@s dentro iniciaron un amotinamiento. Sólo días después, tras muchos muertos y la intervención de unidades especiales de la SDF (Fuerzas Armadas de la Administración Autónoma) así como del ejército estadounidense, la situación pudo ponerse bajo control. Las huellas de este suceso pueden verse por todos lados: paredes derribadas, habitaciones quemadas e incontables agujeros de bala.

Por muchos frentes

Junto al IS, la autonomía de la región es atacada y saboteada también por Turquía. En 2018, el ejército turco en colaboración con milicias de mercenarios capturaron la región de Afrin ubicada en el oeste, tras una invasión ilegal conforme al Derecho Internacional. De manera similar, Turquía ocupó la zona fronteriza entre Tal Abyad y Ras al-Ayn un año más tarde. Tanto aquí como allá, la mayoritaria población kurda fue desplazada, obligando a decenas de miles a buscar refugio en otras partes de la región y que hasta el día de hoy viven en campamentos. Nosotr@s arribamos a uno, llamado Washokani. L@s niños juegan sobre las calles polvosas del campamento, que fue levantado por la organización contraparte de medico Media Luna Roja Kurda en 2019. Aquí viven todavía alrededor de 16 mil personas, en tiendas de campaña alineadas una tras otra. Al mismo tiempo, algunas cosas han cambiado desde nuestra última visita hace dos años. Las lonas anteriormente blancas dan muestra de las inclemencias del tiempo, se han construido chozas de madera frente a muchas de las tiendas, y las vallas erigidas entre ellas pretenden crear algo de privacidad. Las personas están convirtiendo este espacio en su hogar, obligadas por la necesidad.

Ni en Washokani ni en el campamento de l@s refugiad@s de Afrin, en Sheba, se registra actividad de organismos internacionales. L@s ayudantes en el lugar exigen, además de apoyo, una solución política. Nadie retrocede aquí en la exigencia de que los grupos mercenarios turcos abandonen los territorios ocupados y que l@s desplazad@s puedan volver a su hogar, a sus casas y a sus tierras. Con el mismo convencimiento, la gente está empeñada en que los crímenes cometidos durante la ocupación sean perseguidos judicialmente algún día. La “Right Defense Initiative” también está comprometida con ello. La organización contraparte de medico ha documentado en un archivo muy bien resguardado más de 400 casos, desde robo de tierras hasta tortura. Sin embargo, este llamado a la justicia no ha tenido resonancia internacional hasta la fecha.

Bajo ataque

Realizamos una visita al campesino Mohamed Hasan Hamon en su tienda de campaña, quien vive desde hace más de un año en el campamento junto a su esposa e hijos. Nos muestra fotos de su casa, ubicada en un pueblo cercano a Ras al-Ayn. Entonces llegó la guerra. Cuando comenzaron los enfrentamientos él huyó junto con su familia; cuando la situación parecía calmarse emprendieron el regreso, lo que resultó ser un error, pues un día fue secuestrado por combatientes de una milicia islamista. Estos exigieron una recompensa para su liberación y lo sometieron a torturas; su familia requirió meses para poder reunir el dinero. Más de 200 hombres estuvieron en cautiverio con él, todos eran kurdos, según relata.

Los avances del IS, así como las amenazas abiertas de Erdogan sobre una nueva invasión, a la sombra de la guerra en Ucrania, lo dejan claro: diez años después, Rojava sigue siendo una región en peligro. Este proviene en muchas ocasiones del cielo, pues desde hace meses se registran ataques de drones turcos que alcanzan también objetivos civiles. El Rojava Information Center informa que, tan sólo en este año, han ocurrido más de 40 ataques de este tipo. A ello se suman los continuos ataques con morteros provenientes de los territorios ocupados por las milicias islamistas radicales, así como del otro lado de la frontera con Turquía. El 22 de abril los proyectiles alcanzaron el centro de Kobanê, mientras que una clínica de mujeres fue impactada en la ciudad de Tal Rifaat. Todo esto da cuenta de un estado de inseguridad permanente. La crítica desde Europa frente a estos ataques con drones es casi imperceptible y las potencias con soberanía aérea en el lugar, Rusia y Estados Unidos, dejan actuar libremente a Turquía: tal parece que la seguridad de las personas en Rojava no merece la pena de una intervención.

En Qamishli nos reunimos con el Dr. Sherwan Bery, de la Media Luna Roja Kurda. Surgida en 2012 a partir de una iniciativa de médic@s y de estudiantes de medicina y con más de dos mil colaborador@s en la actualidad, se ha convertido en la organización de ayuda humanitaria más relevante en el norte de Siria, así como en la organización contraparte de medico más importante en la región. En el centro de sus actividades se encuentra la construcción de una estructura sanitaria que garantice la atención médica gratuita a la totalidad de la población multiétnica, lo cual no es tarea fácil en ningún lugar. En repetidas ocasiones, los hospitales y otras infraestructuras construidas mediante un arduo trabajo han sido destruidas; se ha tenido que brindar ayuda de emergencia en medio de ataques y siempre han surgido nuevas dificultades con las que hay que lidiar. Y entonces, el coronavirus alcanzó también a esta parte del mundo. El Dr. Sherwan Bery recuerda como desde el comienzo de la pandemia se construyeron hospitales para el tratamiento de la COVID-19 y se realizaron extensas campañas de prevención; sin embargo, la pandemia ha dejado marcas profundas en la región. Miles de personas han muerto, según Bery, ante todo debido a la falta de equipo médico. Hasta hoy, ni siquiera una de cada diez personas ha recibido la vacuna contra el coronavirus; el mundo no tuvo vacunas suficientes para esta región.

El apoyo inexistente durante la pandemia ha confirmado una vez más la lentitud con la que avanza la cooperación entre la Administración Autónoma y la OMS, así como con otros organismos de la ONU. Los organismos internacionales tienen su sede en Damasco y están sujetos a acuerdos con el régimen de Assad, que es consciente de la dependencia de la región y la utiliza a su favor. Según expert@s, el gobierno sirio retiene ayuda crucial de manera recurrente, y a pesar de que desde hace años esta instrumentalización de los servicios de asistencia ha sido objeto de críticas, esto no ha cambiado en nada la situación. También el trabajo más elemental de la Media Luna Roja Kurda sufre las consecuencias de ello. Si se le reconociera internacionalmente como actor autónomo, los bienes destinados a la ayuda podrían llegar más rápido y sin tantas trabas; sin embargo, a la organización se le niega el acceso a redes internacionales de ayuda humanitaria desde hace años. Una cooperación oficial en ese sentido no puede existir puesto que, conforme a derecho, Rojava forma parte de Siria.

Esperando la lluvia

Muchos problemas acompañan a Rojava desde el comienzo, sin embargo, una nueva crisis comienza a perfilarse. Durante nuestro viaje atravesamos amplios campos verdes: el norte de Siria es considerado como el “granero” del país. No obstante, la mirada que nuestro acompañante arroja sobre los campos de trigo parece llena de preocupación, pues la lluvia sigue sin aparecer. Los años anteriores habían sido también muy secos, prueba de que la crisis climática ha alcanzado a Rojava. Según todos los pronósticos, las sequías y las olas de calor desecarán paulatinamente a esta región tan atractiva desde el punto de vista agrícola. Todo ello se ve agravado por la política hídrica hostil de Turquía que, para ejercer presión sobre la Administración Autónoma, frena contínuamente el flujo del agua hacia la región. A Rojava no le queda más que lo que, a fin de cuentas, casi siempre le queda a la región: permanecer unida. Agricultor@s trabajan en conjunto mediante cooperativas, se apoyan mutuamente en la construcción de instalaciones de riego o para el funcionamiento de los pozos. La Administración Autónoma también hace lo que puede. Así, durante el invierno decidió no repartir una ración de diesel entre la población, sino entregarla a l@s agricultor@s para que pudieran seguir operando sus pozos.

Diez años de Rojava, que significan diez años de autoafirmación. A pesar de todas las agresiones y en medio de potencias autoritarias y represivas, el proyecto ha mantenido su “espíritu democrático”. Al mismo tiempo, se le niega hasta el día de hoy una perspectiva política. De este modo la Administración Autónoma sigue estando excluida de las negociaciones internacionales sobre Siria. Así como la ONU, la mayoría de los Estados no muestran interés alguno en establecer “relaciones oficiales”. Una excepción a ello constituyen países como Finlandia o Suecia, que han desarrollado su propia praxis de cooperación. Sin embargo, son justamente estos países los que, en su intención de ingresar a la OTAN, dependen del voto favorable de Turquía. Aún en el décimo año, sigue siendo vigente: al futuro de Rojava se le siguen poniendo piedras en el camino.

Traducción: Benjamín Cortés

Anita Starosta trabaja para medico international en la comunicación con l@s donantes. Además, la historiadora es responsable de las relaciones públicas para Turquía, el norte de Siria e Irak.   


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