No sólo en La Haya resulta emotivo el momento en que la delegación sudafricana ingresa a la Corte Internacional de Justicia; en toda Sudáfrica, las audiencias son transmitidas en vivo y se organizan manifestaciones públicas de apoyo. “Estoy orgullosa de ser sudafricana y parte de la comunidad de juristas a la que también pertenecen las mentes brillantes que componen el equipo jurídico de Sudáfrica”, expresa la abogada judía Caitlin Le Roith durante una manifestación solidaria. “Nuestra historia y experiencias como sudafrican@s, así como las del pueblo judío, convierten la solicitud presentada por Sudáfrica para alguien como yo en algo con una relevancia especial”.
50 años de lucha por los derechos humanos
A fines de 2023, Sudáfrica solicitó abrir un proceso por genocidio frente a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) y realizó una petición urgente para detener los ataques israelíes en Gaza, así como para forzar la asistencia a la población civil. El 11 de enero se llevó a cabo la audiencia en la que la delegación sudafricana presentó la justificación de su solicitud y sus argumentos. Sus miembros son reconocid@s luchador@s por los derechos humanos, altamente respetad@s en Sudáfrica, que nunca se han doblegado frente a la presión política y se han mantenido firmes en su compromiso con la Constitución democrática. La composición de la delegación encarna 50 años de lucha por los derechos humanos en Sudáfrica.
En ella, por ejemplo, se encontraba John Dugard que, a sus 87 años, encabezó al equipo de juristas sudafrican@s. Él es experto en derecho internacional para la ONU y fue él mismo juez ad hoc en la CIJ. En 1978 fundó el Centre for Applied Legal Studies (CALS) en Johannesburgo, uno de las primeras organizaciones que con sus asesorías defendieron el derecho de l@s sudafrican@s negr@s a tener derechos, durante los tiempos más oscuros del apartheid. Hasta la fecha, la institución es vista como una defensora incorruptible de los derechos humanos y su cumplimiento en Sudáfrica, incluso en contra del gobierno del Congreso Nacional Africano (CNA) en caso de duda. También se encontraba allí la abogada Adila Hassim, que abrió la intervención sudafricana en la CIJ con las siguientes palabras: “Los genocidios nunca se declaran por adelantado, pero este tribunal tiene el beneficio de las últimas 13 semanas de evidencia que muestran un patrón de conducta”. Desde hace mucho, Hassim lucha por derechos socioeconómicos en Sudáfrica y fue una de las defensoras del acceso a medicamentos retrovirales durante el punto más álgido de la crisis del SIDA. Y allí también estuvo Tembeka Ngcukaitoibi, quien fundamentó la acusación de un intento mortífero de expulsión en Gaza con declaraciones de militares y políticos israelíes. Él es un importante abogado constitucionalista, así como defensor de derechos humanos en el Legal Resources Centre y dirige importantes procesos por corrupción en contra del ex presidente Jacob Zuma y del gobierno actual del CNA.
El derecho a tener derechos
No es coincidencia que est@s abogad@s representen a Sudáfrica en La Haya, así como tampoco lo es el hecho de que este país haya presentado la demanda contra Israel frente a la CIJ. Los primeros indicios de por qué lo acontecido en Gaza recibe una particular atención en Sudáfrica podrían encontrarse en el recuerdo de las problemáticas relaciones militares y económicas entre Israel y la Sudáfrica del apartheid, o en los vínculos hasta el día de hoy cercanos entre el CNA y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP); o también en el hecho de que Nelson Mandela fue abogado y que Oliver Tambo así como much@s otr@s luchador@s legendari@s contra el apartheid fueron, sin excepción, juristas de profesión. Dado que el régimen del apartheid afirmaba ser un Estado de derecho y puesto que el sistema del apartheid se encontraba plasmado en más de mil prescripciones legales, eran con frecuencia l@s abogad@s quienes se hallaban a la cabeza de la resistencia. Dos motivos resultaban centrales en esta lucha: todas las personas tienen el derecho a tener derechos, y este es igualmente válido para tod@s, incluso para l@s otrora opresor@s. Este posicionamiento marcó la Constitución democrática de Sudáfrica, así como una transición política que no trajo consigo una justicia del vencedor ni la expulsión de l@s blanc@s.
A pesar de que el apartheid llegó a su fin en 1994, la realidad política y económica aún se encuentra muy por debajo del ideal de la Constitución democrática. Por ello, las luchas jurídicas estuvieron y siguen estando en el centro de la defensa de los derechos sociales y políticos en Sudáfrica desde hace treinta años. Al mismo tiempo, esta praxis de la defensa de la Constitución y de mecanismos legales internacionales en la Sudáfrica democrática, es víctima de una presión creciente: una y otra vez se escuchan acusaciones, según las cuales esta praxis sería un producto de tradiciones jurídicas “occidentales” y “blancas”; a ellas se suma el llamado para construir “sistemas legales africanos decoloniales”, aún cuando detrás del mismo se ocultan frecuentemente los intereses particulares de ciertos círculos de las nuevas élites, así como de corrientes de un nacionalismo étnico. Hasta ahora ha sido posible refutar estas exigencias por su carácter identitario y patriarcal; en lugar de un ablandamiento de la Constitución, l@s abogad@s defensores de derechos humanos exigen precisar su contenido y ampliarlo. En Sudáfrica también hubo disputas en torno a normas universales y convenciones internacionales que exigieron destreza diplomática: cuando los países occidentales exigieron públicamente a Sudáfrica entregar a Putin a la Corte Penal Internacional (CPI) en vísperas de la reunión de los BRICS en Sudáfrica en agosto de 2023, hubo a su vez presiones sobre el país para que se retirara de CPI. El gobierno sudafricano se negó a hacer ninguna de las dos cosas y se aseguró de que Putin no asistiera en persona a la reunión.
Más allá de la dicotomía
La masacre de Hamás y la subsiguiente guerra de Israel contra Gaza han profundizado una división del mundo, que polariza sobre todo en el ámbito del discurso: del lado de Israel está “Occidente”, con Estados Unidos y Alemania a la cabeza; mientras que del lado de l@s palestin@s se encuentra el “Sur Global”. Sudáfrica rompe con esa dicotomía. El país no siempre se ha posicionado entre Occidente y el Sur Global, y está marcado y atravesado por muchas contradicciones. El apartheid es un representante de los dobles estándares, las pretensiones éticas y los abismos de Occidente; fue introducido en 1948, el mismo año en que las Naciones Unidas aprobaron la Declaración Universal de Derechos Humanos. La condena del apartheid por parte de las Naciones Unidas como un “crímen contra la humanidad” también constituyó un elemento central de la lucha contra el apartheid, convertida 50 años atrás en un símbolo de las luchas del Sur Global.
Este “universalismo sudafricano” adquiere nueva vigencia. En Sudáfrica, era muy grande el orgullo por l@s abogad@s que buscaron conseguir el cese las acciones militares en Gaza y hacer posible el acceso de la ayuda humanitaria. “Negr@s que sobrevivieron al apartheid se han convertido en jueces, juezas y abogad@s que defienden ahora a l@s palestin@s frente al país que enviaba armamento a Sudáfrica durante el apartheid”, se lee en un comentario en las redes sociales. También en ello se expresa el significado del “nunca más” que caracteriza tanto el espíritu de la Constitución sudafricana, como también la autoimagen vivida de este país: hace referencia a todos los crímenes contra la humanidad. “Como niña del apartheid, siempre he intentado vivir mi ‘nunca más’”, escribió Ferial Haffajee, una importante voz en la opinión pública de Sudáfrica, con motivo de la audiencia. “Uno de los caminos es aprender cómo comienzan los crímenes contra la humanidad, los crímenes de guerra y los genocidios. Este saber significa que un@ puede hacer algo en contra de ellos y formar parte del ejército del “nunca más”. Y agrega: “¿Para qué creó la humanidad una Convención contra el Genocidio (como reacción al holocausto) en 1948, si no es para aprender de su orígen?
Protesta desde Namibia
En Alemania, parece que las cosas se miran de otra manera. Apenas unas horas después de la presentación de Sudáfrica, el Gobierno Federal declaró que las acusaciones de Sudáfrica carecerían “de cualquier fundamento”, y justificó el anuncio de que Alemania se posicionaría de lado de Israel como un tercer actor en conflicto diciendo que “el Gobierno Federal se considera especialmente comprometido con la Convención contra el Genocidio en vista de la historia de Alemania y el crímen contra la humanidad representado por la Shoah”.
Este posicionamiento y la referencia a la historia alemana despertaron indignación también en el país vecino de Sudáfrica. El presidente namibio habló la incapacidad de Alemania para extraer lecciones de su terrible historia, en lo que se refiere a Namibia: “Alemania cometió el primer genocidio del siglo XX en suelo namibio, entre los años 1904 y 1908. El gobierno alemán no ha reconocido ni compensado completamente este genocidio (a l@s herero y nama)”. Sima Luipert, de la Nama Traditional Leaders Association (NTLA), trae a la memoria que no fue hasta 2023 cuando diez relator@s especiales de la ONU exigieron a Alemania reconocer jurídicamente también el primer genocidio alemán y sacar consecuencias de ello. Alemania se negó, argumentando que sólo desde una perspectiva actual podía hablarse de genocidio y ofreció únicamente ayuda para el desarrollo.
La autopercepción alemana de ser un ejemplo en la reflexión crítica de su(s) historia(s) violenta(s), no sólo es puesta en duda por la inquietante evolución de la derecha en el país, con un antisemitismo y un racismo crecientes y cuyas raíces se niegan e ignoran; en ello también juega un papel la crítica desde Namibia, así como el ejemplo en materia de derecho internacional por parte de Sudáfrica. En lugar de tomar con seriedad el paso dado por Sudáfrica y respetar el procedimiento judicial, la variante alemana de aprender de la historia debilita el derecho internacional y sus instituciones. Por el contrario, la marcha de Sudáfrica hacia La Haya nos enseña lo que puede significar un “nunca más” pensado de manera universal.
Traducción: Benjamín Cortés