Ensayo

Parte del mundo

22/07/21   Tiempo de lectura: 9 min

Remembrando Europa: en la catástrofe climática, las reacciones frente a las inundaciones nos conectan con el mundo. Por Radwa Khaled-Ibrahim.

Noticias en Al-Jazeera el 18 de julio de 2021. Con la voz del locutor árabe como trasfondo, veo imágenes de las inundaciones en Alemania. La noticia siguiente: inundaciones en Omán. Después siguió un reporte desde la ciudad siria Idlib, donde campesin@s instalaron paneles solares de manera comunitaria en sus tierras.

Un día después, l@s colegas en la oficina de medico cuentan que organizaciones contrapartes de Somalia, Indonesia, Filipinas, de Sierra Leona, México y Líbano, l@s contactaron preguntando por su situación: “vimos las imágenes, ¿se encuentran bien?”. También parientes desde Egipto me llamaron por teléfono: “No podíamos creer que las noticias fueran de Alemania”, y también dicen: “menos mal que el cielo pasó de largo esta vez”. En Twitter leo: iglesias en Botsuana, en la República Democrática del Congo, Camerún, Ruanda, Sudáfrica y Tanzania donan 20 mil euros para ayudar a las víctimas de las inundaciones en Alemania.

Cambio de canal. Carreras de la Fórmula 1 en Silverstone. ¿Será que utilizan motores eléctricos? “Híbridos”, responde mi hermano. El afrobritánico Lewis Hamilton se lleva la carrera. Un letrero cuelga entre l@s espectador@s británicos, la cámara hace zoom: “It 's coming home!”, se lee, refiriéndose al trofeo.

Reviso Facebook. También la Saudi Gazette reporta sobre Alemania. En la imágen proyectada durante la noticia, pueden verse dos casas en medio de la inundación, o mejor dicho: pueden verse sus tejados, al lado una mancha verde, probablemente los restos de la copa de un árbol, así como una mancha amarilla. Hago zoom a la imágen. La mancha amarilla corresponde a la mitad superior de un banderín publicitario de una cadena de supermercados. Continúa ondeando, sólo la mitad sobresale del agua. En algún lugar del apartamento estaba aún un folleto de la cadena, promocionando carne para asar a un precio regalado. ¿Será que la Saudi Gazette nos ha proporcionado sin querer una imágen alegórica de nuestra situación actual? ¿La imágen de un modo de vida imperial haciendo implosión, justo a medio hundir? ¡La situación pintaba muy bien para el capitalismo verde! Green New Deal en Estados Unidos, en la UE y en China.

Pero ahora, parece que nos encontramos más allá del punto de inflexión. Parece como si el planeta estuviera envejeciendo y muriendo más rápido de lo previsto, más rápido que en los pronósticos más catastróficos. La impresión es completamente contraria cuando un@ echa un vistazo al Green New Deal de la fortaleza UE, que sugiere la posibilidad de (sobre)vivir junt@s. Neutralidad de emisiones + crecimiento económico + justicia social. Un híbrido también. En realidad, se refiere a una transformación social equilibrada de las economías nacionales que pueden darse el lujo de ello, en los Estados “relevantes para el sistema”. Los costos humanos en “otros” lugares, que sientan las bases para esta transformación y sin los que la misma no sería posible, no entran en sus cálculos. Ni siquiera en sus pensamientos. Aparecen simplemente como algo dado en la fórmula de la transformación que pinta de verde las contradicciones del capitalismo global.

¿Green New Deal o neocolonialismo verde?

Un ejemplo, para hacer esto más gráfico: la periodista filipina sobre medio ambiente y ex-coordinadora de proyectos de la oficina de justicia ambiental de la Fundación Rosa Luxemburg en Manila, Alanah Torrabla, describe las futuras consecuencias que traerán los Green New Deals de China, Estados Unidos y Europa para Filipinas. Los paquetes coyunturales conectados con ellos apuntan hacia el aumento de la demanda de cobre; todas las tecnologías presentadas como “amigables con el medio ambiente”, necesitan de este metal, entre otras razones, porque reduce la cantidad de energía requerida para la generación de electricidad. Se puede encontrar cobre en todos los motores “verdes” y en toda la electrónica “verde” de alta tecnología. En 2018, el precio de la tonelada de cobre subió por primera vez hasta los 7 mil dólares americanos.

“El aumento de la demanda global de cobre irá acompañado de una política que abrirá las puertas a más inversiones extranjeras. La industria minera de Filipinas no sirve a los intereses de la población, tampoco a los de la economía nacional. [...] El aumento de las concesiones mineras tiene como resultado más violaciones a los derechos humanos. Este es nuestro temor, pues la ley minera de Filipinas no incluye hasta la fecha medidas enérgicas para la protección frente a violaciones de derechos humanos”, dice Lia Alonzo, Directora del Center for Environmental Concerns (CEC) en Filipinas, una organización que trabaja con comunidades mineras y activistas ambientales, en conversación con Alana Torrabla. Pero la historia no acaba con el cobre de Filipinas. Una situación similar se vive en el Congo a causa del cobalto, y en Chile, Argentina y Bolivia por el litio. Estos recursos naturales son transportados en barco, procesados, para después ser importados por los “países en desarrollo”, con la finalidad de lograr conjuntamente la transición energética mediante motores verdes. Los Green New Deals se basan en la amortiguación económica de la transformación hacia el interior, y la explotación y segregación hacia el exterior.

El Consejo Europeo de Relaciones Exteriores lo ha planteado claramente: El Green New Deal de la UE es, ante todo, una agenda de política exterior que marcará el rumbo de la geopolítica europea. El objetivo sería “alcanzar la neutralidad en emisiones para 2050, y transformar esta transición en una oportunidad económica e industrial para Europa.”

Al observar la arquitectura de los paquetes coyunturales, vienen a la mente las casas de la época colonial en Cairo y en Calcuta - en Egipto, a su estilo se le llamó, eufemísticamente, “Belle Époque”. Estas casas fueron construidas para que tanto l@s am@s coloniales como las personas convertidas en sus sirvient@s pudieran vivir bajo un mismo techo. No obstante, un@s y otr@s habitaban mundos paralelos. Habitaciones, escaleras y pasillos estaban hábilmente separados unos de otros, con el fin de que l@s am@s coloniales sólo tuvieran frente a sí los productos del trabajo, mientras que el proceso, así como l@s trabajador@s mism@s permanecían en la invisibilidad. Después vinieron los daños causados por el agua.

Europa Central es parte del mundo

Los daños por el agua no se pronosticaban ahora, tampoco en esta magnitud. Las advertencias fueron desdeñadas abiertamente con negligencia. Esta ignorancia pone en evidencia la arrogancia imperial, mientras que el mito de la modernidad europea se disuelve en las aguas de inundación. “La lengua alemana apenas tiene palabras para describir esta devastación”, declaró Merkel durante una visita a una zona de inundación en el municipio de Schuld, en Renania-Palatinado. Al menos por un momento, Europa se convirtió, repentinamente y sin desearlo, en parte de este mundo; la lógica de la catástrofe climática no conoce la supuesta diferencia entre países relevantes e irrelevantes para el sistema. Además, la situación del mundo se encuentra ya desde hace tiempo muy por delante de los Deals. 

Este momento, por muy frágil y volátil que sea, encierra algo en sí mismo: una mirada hacia un futuro posible. El futuro de un mundo que requiere urgentemente de una (re-)construcción. Para ello, Europa debe remembrar. Una mezcla entre rememorar, al enfrentarse críticamente a su historia en el mundo, y volver a ser miembro, parte de este mundo.

Remembrar Europa Central

Rememorar significa atreverse a entrar en el laberinto de la historia propia, contarla de una manera distinta, con la disposición a aprender y con humildad. “Entre 1765 y 1938, Gran Bretaña sustrajo aproximadamente 45 billones de dólares de la India. 45 billones de dólares, que corresponden, convirtiéndolos a libras esterlinas, a 17 veces el valor del PIB actual de Gran Bretaña”, ha calculado la economista india Utsa Patnaik. Esta suma no sólo fluyó hacia Gran Bretaña, sino que se distribuyó a lo largo de Europa, Norteamérica y otros territorios coloniales durante el comienzo de la industrialización. Ahí puede observarse una de las raíces del dominio económico “del Occidente”, como lo hace la arquitecta de finanzas internacionales Bhumika Muchhala. Estos datos históricos deberían provocar el surgimiento de un sentimiento de responsabilidad; pero no como continuación de una forma imperial mal encubierta que coloca a Europa como salvadora del mundo, sino de una responsabilidad que la vuelva parte de este mundo.

Transformarse nuevamente en miembro del mundo, implicaría integrarse en él de un modo que haga posible la construcción de una buena vida para tod@s; no significaría, tal como recomienda el Consejo Europeo de Relaciones Internacionales, hacer de la catástrofe una “oportunidad económica e industrial” para Europa. Por el contrario, convertirse en miembro del mundo significaría continuar escribiendo la historia de la gente que se apoyó mutuamente durante la catástrofe actual; que distribuyó comida, que se organizó para bombear el agua de sus sótanos, que ayudó a remover los escombros. Ya sea en Ahrweiler, en Lagos o en Zhengzhou.

Hoy en día ya existen los lazos que unen al mundo, encarnados en los movimientos de resistencia indígena en contra de oleoductos o proyectos mineros; en l@s estudiantes combativ@s de Fridays for Future, en ecofeministas a escala transnacional, en l@s ocupantes del bosque Dannenröder o en l@s vigilantes del lago Poso, por mencionar sólo a algun@s. Ell@s materializan la posibilidad de un futuro no tan distópico.

Radwa Khaled-Ibrahim es referente de ayuda humanitaria crítica en las relaciones públicas de medico. Además, la también politóloga feminista está activa en la comunicación con donador@s. 

Traducción: Benjamín Cortés


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