Divisiones sociales en América Central

La Solidaridad persiste

06/09/18   Tiempo de lectura: 6 min

Durante el tercer trimestre de 2017, Thomas Gebauer – Director Ejecutivo de medico – viajó desde México hasta Nicaragua, pasando por Guatemala y El Salvador. En esta entrevista, nos habla sobre sociedades divididas, proyectos de gobiernos de izquierda y la labor de medico en temas de salud.

Ya durante los años 80, tú viajaste varias veces a Centroamérica representando a medico. Según tu impresión, ¿cómo ha cambiado la región desde entonces?

En los años 80, la globalización llegó también a las localidades más apartadas en la frontera entre México y Guatemala. Se construyeron carreteras y se instaló el cableado eléctrico. Estos eran los requisitos para que las zonas hasta entonces aisladas de Chiapas pudieran conectarse con el mercado capitalista mundial. Hoy en día, incluso las aldeas de los pueblos indígenas cuentan con suministro eléctrico. Sin embargo, son pocos los pobladores y pobladoras que logran adquirir algún aparato eléctrico. Están a la vez integrados en la globalidad y excluidos de ella. Este fenómeno se repite en todas las comarcas de Centroamérica. En Petén, al norte de Guatemala, se han talado los bosques, reemplazándolos por plantaciones de palma aceitera. Este producto genera enormes ganancias para unos pocos, mientras que incontables otros únicamente participan en el más bajo de los niveles de esa industria: como jornaleros en las plantaciones o compradoras de alimentos no saludables, producidos en fábricas. La integración al mercado mundial ha agudizado los contrastes en la sociedad, generando simultáneamente empobrecimiento y enriquecimiento, exclusión e inclusión. Lo nuevo para mí fue la presencia de armas. En países como Guatemala, El Salvador y Honduras, la delincuencia y la violencia ejercen un dominio absoluto sobre la sociedad. Esto hace que la vida de muchas personas se vuelva insoportable. La violencia, la pobreza y la falta de perspectivas – todo ello incita a muchos a intentar el peligroso viaje en dirección al norte.

¿Qué señales del movimiento migratorio pudieron observar durante el viaje?

Nosotros viajamos de norte a sur, a contracorriente de las rutas migratorias. En todas partes encontramos grupos de personas que se atrevieron a hacer frente al reto de la migración, en general hombres jóvenes, algunos incluso llevando de la mano a sus hermanos y hermanas menores. Me impresionó sobre todo la visita a dos proyectos de medico, que ofrecen hospedaje a la población migrante, así sea por corto tiempo. El refugio “La 72” en México comenzó como una pequeña capilla. Hoy es un albergue grande, en el que los migrantes pueden descansar en un espacio protegido. En Playa Grande, Guatemala, nuestra organización contraparte ACCSS administra un centro de formación para promotores de salud y desarrollo comunal. Es como un oasis en el medio de un mundo devastado por la minería y las plantaciones de palma aceitera. También aquí se brinda albergue a los migrantes, y estuve fascinado de ver cómo se aplica el principio de medico – “por el derecho de partir y el derecho de quedarse” – en la realidad concreta: se les brinda información para continuar su viaje, pero también se les ofrece apoyo e ideas sobre lo que podrían hacer si prefieren finalmente quedarse.

Has hablado sobre las características comunes a estos países. ¿Qué diferencias te han llamado la atención?

Acabo de describir cómo aumenta la presencia de las armas en dirección al sur. Pero cuando se llega a Nicaragua, de pronto la cantidad de armas disminuye mucho. Esto tiene que ver con la revolución sandinista, que disolvió por completo las antiguas fuerzas militares reaccionarias y con ello puso fin a tradiciones nefastas. También se percibe que la victoria sobre la dictadura ha fortalecido la confianza de la ciudadanía en sí misma. Sin pretender disfrazar la realidad de las actuales estructuras de poder del clan Ortega, es posible afirmar que Nicaragua ha vivido la experiencia de un cambio social radical.

Al igual que en América del Sur, en Centroamérica siempre surgen una y otra vez proyectos de gobiernos de izquierda, como ahora en El Salvador. ¿Qué esperanzas despierta en ti este hecho?

En el sector de la salud, El Salvador cuenta desde hace décadas con la presencia de una sociedad civil muy amplia y de gran fortaleza. Presionado por estos grupos y en colaboración con ellos, el gobierno de izquierda trata de hacer realidad una reforma de la salud realmente impresionante. Sin embargo, estos éxitos se sustentan sobre pies de barro. El ministro salvadoreño de salud lo formuló de esta manera durante la conversación: “Estamos en el gobierno, pero no ejercemos el poder.” Justamente allí está el problema, que es perfectamente comparable con la situación en países como Brasil: en ningún lugar se ha producido un cambio fundamental de las condiciones socioeconómicas. Las antiguas estructuras feudales siguen intactas. Esto limita las opciones de todo proyecto de gobierno de izquierda para poder lograr un cambio decisivo en la extrema desigualdad social. Y en ello reside también el peligro de su fracaso.

En los años 80, medico apoyó sobre todo el desarrollo de la atención de la salud. ¿Esto se mantiene todavía como tema prioritario de la labor de medico?

Nuestro amplio concepto de la salud se refleja en el fomento de proyectos. En Guatemala, se ofrece formación a promotores y promotoras de la salud, en Nicaragua apoyamos a personas con insuficiencia renal crónica en regiones rurales. En Guatemala, sin embargo, también fomentamos el trabajo psicosocial para la superación de graves violaciones de derechos humanos y la lucha por los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales de las comunidades indígenas, pues vemos en ello los factores sociales determinantes de la salud. En El Salvador, se trata de modelos participativos de la salud y la influencia de la sociedad civil en la política nacional de salud. Incluso la lucha contra la expropiación de tierras para el proyecto de construcción del canal interoceánico en Nicaragua es relevante para la salud. Pues al perder sus parcelas, se ciñen sobre estas personas la pobreza y la inseguridad alimentaria – y con ello las enfermedades. En este sentido, actualmente medico trabaja en Centroamérica en toda la gama de aspectos necesarios para una vida saludable.

En los años 80, el trabajo de medico en Centroamérica estuvo marcado también por el ímpetu de los grandes movimientos de liberación. ¿Cuál es el balance actual?

A primera vista, la situación actual no suscita muchas esperanzas. Las fuerzas neoliberales apuntan por doquier a destruir la solidaridad y reemplazarla por la competencia. Pero cuando se miran las cosas de cerca, descubrimos que la solidaridad, la rebelión y la insistencia en los derechos persisten. Esto es perceptible también y sobre todo en Centroamérica. Sin embargo, creo asimismo que algo ha cambiado en las estrategias: en los años 80, predominaba la idea de territorios autónomos liberados. También hoy en día se intenta crear “islas de la sensatez”. Pero predomina un esfuerzo mucho mayor por crear pequeños polos locales de resistencia, de interconectarse en redes, de actuar aprovechando las contradicciones existentes y de utilizar los espacios. Esta lucha por la hegemonía a través de las redes es la que marcará el futuro.

Tú hablas de oasis y de islas: ¿hasta qué punto ejercen influencia en su entorno?

Fray Tomás del refugio “La 72” en México ha respondido así a esta pregunta: cuando las mujeres y los hombres migrantes experimentan en el albergue una práctica de solidaridad, esta experiencia puede generar un cambio en ellos, un cambio que llevarán consigo en su camino.

Entrevista realizada por Christian Sälzer.


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