Comenzó con un levantamiento, ahora Chile tiene una nueva constitución. ¿Se superará el neoliberalismo en uno de sus lugares de nacimiento? En el Diario Chileno, Pierina Ferretti y el colectivo Nodo XXI informan sobre la evolución del proceso constitucional.
El domingo recién pasado, Santiago de Chile fue el escenario de uno de los actos democráticos más trascendentes que se haya producido en los dos siglos de historia republicana del país: la instalación de la primera asamblea de representantes electos por votación popular con el mandato de redactar una nueva Constitución. Este hecho histórico es el resultado de la revuelta social de octubre de 2019, cuya envergadura inédita logró romper las sólidas barreras antidemocráticas que durante décadas impidieron la representación de los intereses populares en la política. Por eso, en reconocimiento a su origen, la primera jornada de la Convención comenzó en las calles, en las distintas concentraciones convocadas para llegar marchando hasta la sede en que se desarrollaría la reunión. Las imágenes del día fueron expresivas del ciclo abierto: las calles en las que se desarrolló la revuelta popular ocupadas nuevamente por miles de personas y por los representantes de movimientos sociales, feministas, ambientalistas, dirigentes territoriales, líderes de las naciones indígenas y militantes de izquierda en camino a inaugurar un espacio conquistado por el pueblo para acabar con la constitución de Pinochet y para expresar en el ordenamiento jurídico una nueva relación de fuerzas de clase.
La trascendencia histórica de la jornada, además de radicar en su carácter inédito y su vínculo con la revuelta popular, estuvo dada por una serie de momentos en que asomó con elocuencia el carácter popular y democrático del proceso en curso y que anuncian nuevas formas de entender la política, la democracia y la soberanía de los pueblos.
“Mari mari pu lamgen. Mari mari kom pu che. Mari mari Chile Mapu”
Una imagen dio la vuelta al mundo: Elisa Loncón, mujer mapuche, asumiendo como presidenta de la Convención Constitucional tras obtener un masivo apoyo, y a su lado, acompañándola, la machi Francisca Linconao, ex presa política, y respetada autoridad espiritual mapuche. Ambas al frente de la asamblea de todos los pueblos de Chile, con la bandera mapuche en alto. Esa imagen condensa como ninguna la hondura del proceso que se está viviendo. Hace pocos años atrás era impensable que una mujer mapuche -un pueblo perseguido por el Estado de Chile y despreciado por la oligarquía y también por sectores populares-, estuviera encabezando el órgano representativo más importante del país. Hoy, sin embargo, es una realidad que enorgullece y alegra a amplios sectores de la sociedad chilena que ven allí una muestra de que es posible escribir una nueva historia, esta vez protagonizada por los sectores históricamente postergados, bien representados por el pueblo mapuche.
La elección de Elisa Loncón es por ello expresiva de transformaciones profundas en la sensibilidad de la sociedad chilena hacia el pueblo mapuche, sobre todo en los últimos años, en los que se han hecho conocidas operaciones de inteligencia policial destinadas a criminalizar su lucha y en que casos como el asesinato del joven comunero Camilo Catrillanca han remecido al país y despertado la solidaridad. Actualmente el pueblo mapuche es ampliamente reconocido como ícono de resistencia y dignidad y se ha convertido en un referente de lucha para los otros pueblos que habitan Chile, y muy especialmente para la juventud popular que se tomó las calles del país en la revuelta de octubre de 2019 haciendo flamear orgullosamente la bandera mapuche por todos los rincones de Chile. Esa nueva sensibilidad se plasmó en el amplio apoyo que concitó la candidatura de Elisa Loncón, anunciada el 21 de junio de este año en la fiesta del Wüñoy Tripantu como un gesto político del pueblo mapuche. La recepción de la propuesta de proclamar a Elisa Loncón fue inmediata entre los representantes de movimientos sociales y el Frente Amplio, que manifestaron su apoyo abiertamente en las últimas semanas y votaron ordenadamente por la candidata mapuche en la primera votación. Posteriormente, en la segunda vuelta, Loncón sumó el apoyo de la Lista del Pueblo, el Partido Comunista, los convencionales del Partido Socialista y la mayoría de los independientes, obteniendo una contundente victoria. La elección de esta mujer de 58 años, activista por los derechos de los pueblos indígenas y académica de la Universidad de Santiago, fue un buen comienzo para las primeras naciones, pues mostró la adhesión de la mayoría de la Convención a una representante que ha sido clara en instalar la necesidad de proclamar a Chile como un Estado Plurinacional, que es una de las principales demandas de los pueblos originarios que, para convertirse en realidad, deberá ser apoyada por dos tercios de los convencionales.
“¡No a la represión!” El ocaso de la política de espaldas al pueblo
Si la elección de Elisa Loncón fue el episodio que trascendió las fronteras, es preciso reparar en el incidente que al comienzo de la ceremonia dio lugar a la primera demostración de fuerza de los sectores del campo popular que ingresaron a la Convención y que anunció inmediatamente una nueva forma de ejercer el rol de representantes del pueblo en un espacio institucional. La tensión comenzó mientras se interpretaba el himno nacional, lo que fue rechazado por los constituyentes indígenas y otros sectores que se negaron a participar de ese acto agraviante para las primeras naciones. Luego, entre pifias y consignas, la ceremonia, que había comenzado a las 10 de la mañana, debió suspenderse porque un conjunto numeroso de convencionales comenzó a protestar contra la represión policial desatada a las afueras del edificio donde estaban reunidos. Convencionales de movimientos sociales, feministas, de la Lista del Pueblo, de naciones originarias, a los que se sumaron los del Frente Amplio, del Partido Comunista y otros sectores, comenzaron a gritar consignas y a impedir el desarrollo del acto. “No más represión! No más represión!” se les escuchaba corear, al tiempo que la encargada de llevar adelante la instancia era conminada a suspender la actividad hasta el cese de la represión policial. De un momento a otro, la reunión tomaba la forma de una asamblea popular, ante la indignación de la derecha y la estupefacción de los grupos progresistas apegados a las buenas formas. Entre tanto, grupos de constituyentes abandonaron el acto y regresaron a las calles a sumarse a las manifestaciones y a exigir el fin de la represión. Pasado el medio día, tras el repliegue de las fuerzas policiales ordenado por el gobierno, se retomó la ceremonia.
Esta fue la primera demostración de fuerza de una porción significativa de convencionales, provenientes de las luchas populares. Mostraron en esta acción una forma de hacer política que no va aceptar las normas de buena crianza y complicidad con la represión policial propias de las elites. El gesto de estos convencionales y su capacidad para movilizar a la mayoría de la asamblea contra la represión policial fue un acto político de la mayor relevancia y cumplió el objetivo de expresar la disposición disruptiva de una buena parte de los representantes del campo popular presentes en la asamblea.
Memoria, justicia y feminismo
La jornada, que ya había sido larga e intensa, culminó con tres gestos clave. Elisa Loncón, presidenta de la Convención, dirigiéndose a toda la asamblea invita a un minuto de silencio por los muertos en las luchas por la justicia. En su alocución invocó a los muertos del genocidio perpetrado contra los pueblos indígenas en la imposición del Estado nacional, a los asesinados y desaparecidos por la dictadura militar y a los muertos de la revuelta popular de 2019. La invitación de Loncón fue un gesto político cuya trascendencia es difícil de conmensurar. Si la fundación del Estado chileno a fines del siglo XIX se fundamentó en la opresión al pueblo mapuche y si el Chile neoliberal se erigió sobre la derrota del movimiento popular, el nuevo Chile, que abrió la revuelta social, y cuyo costo en vidas, heridos y prisioneros fue enorme, se construirá sobre la memoria de esas luchas, sobre la justicia y sobre la reparación. Luego del minuto de silencio respetado solemnemente, Elisa Loncón y Jaime Bassa anunciaron como primer punto de la tabla de la siguiente jornada la elaboración de una declaración para exigir la libertad de los presos políticos de la revuelta popular que aún se encuentran encarcelados, en otra señal clara de voluntad de no repetir la impunidad que ha dominado las etapas anteriores comandadas por las elites. Finalmente, el día culminó con la entrega a la presidenta de la Convención de una propuesta reglamento feminista elaborado por activistas y militantes de diversos sectores y agrupaciones. Un coro de mujeres constituyentes, entre bailes y aplausos festivos, cerraron la jornada cantando “¡Abajo el patriarcado que va caer. Arriba el feminismo que va a vencer!”.
Sabemos que esto recién comienza y que resta mucho camino por delante, pero las imágenes que dejó la primera jornada de la Convención Constitucional alimentan la confienza, como dijo Elisa Locón en su discurso, en que es posible cambiar Chile. “Este sueño -para recuperar sus palabras- es un sueño de nuestros antepasados. Este sueño se hace realidad. Es posible, hermanas y hermanos, compañeras y compañeros, refundar este Chile”.